De Madrid a Villanueva de Santo Adriano con un pan debajo del brazo
Verónica López del Prado regenta Verna, un obrador sin gluten y ecológico que vende sus productos online

Hacer pan en casa fue una de las ocupaciones preferidas por los españoles durante el confinamiento de 2020. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en la última semana de marzo de ese año, el consumo de harina se disparó un 169%. Pero pocos fueron quienes, acabado el encierro, continuaron con ese hábito. Y menos aún los que hicieron de él su modo de vida.
Para Verónica López del Prado, la pandemia supuso el tiempo libre que necesitaba para dedicarse de lleno al hobby que acabó convirtiéndose en Verna, el obrador de pan sin gluten y ecológico con el que vende sus hogazas online desde Villanueva de Santo Adriano (Asturias, 134 habitantes). Ella será una de las 30 emprendedoras que el sábado 21 de octubre expondrán sus productos en Gijón, en el marco de la feria que organiza la Escuela de Emprendedoras Juana Millán como parte de la parada en Asturias de su versión Itinerante.
López del Prado había llegado a las masas y al horneado “por necesidad”, explica, “ya era bastante cocinillas, pero un pequeño problema de salud me llevó a interesarme por los componentes de las cosas que comía, como el pan. Como no me satisfacía lo que encontraba, empecé a hacérmelo yo, y fue algo que me gustó mucho, con lo que disfrutaba”.
Nacho, pareja de Verónica, es celiaco, por lo que comenzó con la búsqueda de recetas de pan sin gluten. Al no encontrar nada que les satisficiera, la panadera empezó a adaptar otras fórmulas hasta dar con lo que quería, por lo que todas sus recetas son “fruto de ensayo y error, de muchos errores”, dice riendo. Después, López del Prado empezó a formarse en monográficos y academias de panadería con gluten, porque “tengo muy claro que para podérselo quitar antes tengo que saber cómo trabaja”.
Salir de la ciudad
En este proceso, cuenta, fue cuando empezó a tomar forma la idea de montar su propio obrador. Y de montarlo fuera de Madrid, donde hasta ese momento residía. Relata esta madrileña de Morata de Tajuña (7.960 habitantes), cuya vida como agente de viajes la había llevado a la capital, que “el cuerpo, el corazón y la cabeza me estaban pidiendo salir de la ciudad, que, hiciera lo que hiciera, lo hiciera en el medio rural”. Y lo hizo, pero no lo hizo sola, sino con Nacho García, “un pilar fundamental en Verna”, aclara la panadera.
Nacho, que dejó un trabajo de 24 años en Madrid para unirse a Verónica en Santo Adriano, es, entre otras tareas, el responsable del diseño de la página web del obrador, “que es además nuestra tienda online y nuestro mostrador al mundo”, afirma la responsable de Verna. “También hace una gran labor de asistencia y atención al cliente con aquellas personas que desean hacer un pedido pero no se defienden bien con el ordenador”, añade.
Con la idea en mente, y con Asturias como principal candidata, se pusieron manos a la obra. “Bicheando un poco por internet, nos dimos de bruces con esta comarca, y en cuanto nos dejaron salir nos vinimos para aquí, y estuvimos conociendo el territorio, hablando con ayuntamientos, viendo alguna casa…”, rememora López del Prado, “pero cuando tuvimos claro que la mejor manera de poner en marcha el obrador era acondicionar un local, estábamos con cierres perimetrales y no nos dejaban entrar en ningún sitio”.
Buen comienzo
En esta situación, Verónica y Nacho optaron por contactar vía email con todos los ayuntamientos de la zona y, así fue como conocieron a la agente de Desarrollo Local de Santo Adriano, Cristina López, cuya “colaboración, ayuda y acompañamiento”, cuenta la madrileña, “fueron fundamentales”. “Ella nos contestó, nos dijo que existía el Sabil y que había dos o tres locales que estaban disponibles”, explica Verónica, “cuando pudimos venir, gracias a ella ya teníamos a gente que nos iba a dar presupuesto para la reforma y a una arquitecta ya fichada. Hizo de ojos, hizo de manos, nos ayudó vía telefónica, vía email… lo que no está escrito”.
Pero su suerte no acabó ahí, porque a ellos, que querían montar un obrador, se diría que Villanueva de Santo Adriano les esperaba con un pan debajo del brazo. Aunque la escasa oferta de vivienda en el pueblo no les preocupaba, acostumbrados a los grandes desplazamientos diarios de la capital, sí querían, con el tiempo, poder instalarse allí. Sin embargo, no tuvieron que esperar. “Tuvimos también la grandísima suerte de que un chaval tuvo la iniciativa de reformar unas casas que en su momento eran viviendas vacacionales y ofrecerlas para larga estancia”, cuenta Verónica, “lo tenía todo cogido, pero una pareja en el último momento decidió que no se trasladaban, y nosotros éramos los siguientes”.
“La llegada a Asturias fue un proceso muy slow, lo comparo un poco con la forma de hacer las masas”, dice la responsable del obrador, “ese primer año estábamos a caballo entre Villanueva y Madrid, fue muy progresivo”, y añade: “yo la sensación que tenía era que me había ido por un tiempo a trabajar a Madrid y había vuelto a mi pueblo de toda la vida”. “Cuando digo lo importante que es el apoyo de familia, amigos y vecinos me refiero a estos vecinos, a los que nos encontrábamos sacando al perrete y nos preguntaban cómo íbamos, y si les decía que todavía no me habían dado algún permiso me decían: “tú no te vayas, ¡aguanta!” Esas palmaditas, esa energía jugó un papel fundamental en que todo fuera mucho más liviano: te estás yendo de tu casa, dejas un trabajo de 24 años, apuestas todo por este proyecto y cualquier aliento de este tipo se agradece tanto… Llegar a Asturias fue un proceso súper suave y agradable en el que nos sentimos muy arropados”, subraya.

14 meses de espera
Sin embargo, no todo fue fácil en los inicios de Verna. “Si hubo algo que hubiera podido hacer que tirásemos la toalla, fue la burocracia, lo inaccesible, lo lenta que puede llegar a ser nuestra administración”, lamenta Verónica, “yo lo he vivido aquí, en Asturias, pero soy totalmente consciente de que da igual la Comunidad Autónoma o la provincia”. 14 meses pasaron desde que Verónica registró el primer documento en el Ayuntamiento hasta que recibió su licencia de apertura, “14 meses que pueden desesperar a cualquiera”, dice. Para sobrellevarlo, recuerda, fueron fundamentales amigos, vecinos, familia y su pareja “Y, por supuesto, tener un colchón”. En su caso, el ERTE en el que se seguía encontrando casi dos años después.
“Como soy un poco Virgo, previsora, tenía hasta una partida prevista por si abríamos y no hacía ni una hornada en meses”, cuenta López del Prado, “un obrador online, metido en un centro de empresas en la zona rural… yo no estaba en la calle Uría, en la Gran o en una calle Real. Abrimos con 500 seguidores de Instagram y un grupo muy reducido de amigos y allegados que conocía lo que hacíamos”.
Esa partida de reserva, cuenta la panadera, se la llevó por delante el aumento de los costes de todo cuanto iban comprando, desde el pladur o elementos de fontanería a los electrodomésticos, así que Verna echó andar con más ilusión que red de seguridad. Un arranque, que, dice su responsable, “ha sido genial”. “Abrimos horneando dos días a la semana y no ha habido un solo día que no lo hayamos hecho”, afirma la madrileña, “es mayor lo que hemos conseguido que las expectativas que teníamos”.
Pan fresco a domicilio
Desde Verna venden sus productos online y por encargo, algo que responde a un principio fundamental para Verónica: “odio desperdiciar, no quiero hacer hogazas a ver si se venden. Si me piden 15 hago 15 y si me piden ciento y pico, ese día me toca madrugar muchísimo”.
Un aspecto básico a la hora de vender pan a distancia es el tiempo que dura fresco. En el caso de las hogazas de Verna, “duran una semana, prácticamente, bien conservadas, en una bolsita de tela y que no les dé el sol”. “Nosotros lo horneamos, sale a reparto y, salvo que haya alguna incidencia, que afortunadamente es algo muy residual, al día siguiente lo tienen en sus casas”, explica Verónica. De hecho, el buen funcionamiento del reparto es otro de los pilares fundamentales de su negocio. Con GLS, que hace su ruta a diario, no tienen problemas, pero con otras compañías, expone la responsable del obrador, “me han dicho compañeros que les tienen dos y tres días sin recoger los repartos”, algo que sería inviable para su obrador. “Estamos teniendo más problemas para recibir que para enviar”, afirma, “hemos estado hasta doce días para recibir unos envases”, y concluye que el transporte en las zonas rurales “podría estar mejor, sobre todo las grandes empresas de logística pasan un poquito”.
Además del envío a domicilio y a puntos de recogida, aquellas personas que lo deseen pueden recoger sus hogazas en el obrador. De hecho, es habitual que personas del valle, incluso de las zonas más alejadas, encarguen y recojan su pan en Verna. “Para el miércoles, que es el día que horneo para los vecinos, igual tengo pedidas 25 piezas de pan sin gluten, ecológico e integral”, declara Verónica, quien cree que es “un porcentaje altísimo para las menos de 3.000 personas que hay en la zona”, y añade: “digo yo que algo les estaremos aportando”.
Pese a ser un obrador sin gluten, una gran parte de los clientes de Verna no son celiacos. De hecho, hace poco les encargaron el pan de todos los comensales para el cóctel de una boda. Se trata, afirma Verónica, de personas “que lo toman porque disfrutan con el aroma y con que les dure la semanita fresco”.
Por su parte, además de buen pan, Verónica espera que el obrador haya aportado algo más a Villanueva de Santo Adriano: “quizás también esperanza de ver que el pueblo no se condena a la desaparición, que sus caleyas vuelven a llenarse de gentes”, concluye.
Publicado por LUCÍA MARTÍNEZ en Pueblos – El Periódico de la España Rural